miércoles, 21 de junio de 2023

Abrazo crispado y hermoso

 

La tradición poética peruana ha mostrado como una de sus líneas hegemónicas la asimilación creativa y legítima de poéticas diversas, provenientes mayormente del mundo occidental. En raras ocasiones, esta norma ha sido superada por el aliento y el eco de la cultura andina y de su lenguaje crucial, el quechua. La explicación del bilingüismo, o de la simple exposición a diversas experiencias culturales que se mezclan o fusionan con el poderoso simbolismo del quechua, no es suficiente. Es necesario pensar en la aspiración a construir una universalidad a partir de la enunciación de un mundo en el que la magia, el mito, la canción y la danza todavía perviven.

Estas ideas vienen a colación después de leer Urankancha (2022), un muy interesante poemario de Santos Morales Aroní (1990), quien ya había ofrecido dos libros: los poemas de Flor de lluvia (2015) y los relatos contenidos en Bajo la lluvia (2019). Urankancha es un lugar de claras reminiscencias míticas. Allí la historia familiar y la memoria se funden con el entorno natural, el transcurrir de los ríos, la caída del granizo, la saliva procreadora, pero también tienen un lugar en distintas prácticas culturales y artísticas, representadas en el acto de bailar o en la pulsación lírica y sentida de un arpa. 

El libro se divide en cinco partes claramente delimitadas: «Aylluy» (Mi familia), «Llaqtay» (Mi país), «Killinchu» (Cernícalo), Granizadas y «Wayrapa Sisan» (La brisa del viento). En «Aylluy» se inscribe la historia de la familia, la ascendencia y la progenie se funden en el mito y eso ocurre desde el texto breve que el sirve de pórtico: «A una espina anclada en la lengua, le han brotado relámpagos. Los estambres y pistilos engendraron a Nazario Pérez y Josefa Ccarwas, y estos a su vez a Virginia Pérez, cuyo corazón le tendió el alba a Santos Morales» (p. 11). En el primer poema, titulado «Tunankancha», se lee: «El abuelo ha cosechado las mejores piedras hechas con la saliva del sol y ha musitado: wasiyta ruwasaq» (p. 13), frase que en quechua significa: «construiré mi casa». 

Esta integración no tiene un carácter forzoso, por el contrario, muestra la riqueza simbólica y cultural que posee un yo bilingüe, que transparenta esa condición en su escritura. De ahí que no sorprenda encontrar versos como «Veo a mi padre ligero como chubasco, gatear y zambullirse en el pecho de la abuela buscando la vía láctea» (p. 13) o «Madre, mírame. Soy tu saliva suavizando el bolo alimenticio, tu grito de dolor más amoroso. Madre, no dejes de mirarme con tus dos granizos, con tus dos puquiales diáfanos» (p. 14).

En la segunda parte del libro, «Llaqtay», clara alusión a Ayacucho, tierra del origen, se interna en la exploración de un discurso que tiene en su centro a la experiencia social e histórica de la comunidad. En el primer poema de esta sección se respira ya el ánimo comunitario: «Vengan, vamos a la orilla del río Pampas, cojámonos de las manos, hagamos la ronda, bailemos pirwalla pirwa, cantemos waynos al ritmo del murmullo de nuestras venas, dejemos a los dedos de Diómedes, Máximo, Vladimir, Teódolo, encender el trino del arpa ¡oh! Pequeños dioses, hijos de las Musas y Wiraccocha» (p. 31). La invocación a la celebración, rica en matices rituales, en lenguaje que une tradiciones. En esa misma sección está el poema «Urankancha», que da título al libro y que tiene como tema el relato de la etnia puka, conquistada por los chankas primero y después por el inca Pachacutec. El poeta recrea aquí varios pasajes de la historia primigenia de esta comunidad: «Las primeras mujeres se alimentaban del lácteo de las estrellas. Podaron el relámpago y lo plantaron, regaban con leche de sus senos, hasta que brotaron hojas, le crecieron ramas y echaron flores y frutos. He ahí el germen de la agricultura» (p. 32). En el poema «Arapa», en cambio, brilla la melancolía por la infancia: «Este llanto entre mi sangre y mi voz. / Este llanto a cántaros/ Atiza mi infancia. // Fueron regazos de chubascos vespertinos. // Vuelvo granizo como cernícalo boreal. / Busco ternura en tus guijarros esparcidos en la orilla» (p. 39).

La sección «Killinchu» continúa el viaje hecho de reminiscencia. Destaca aquí un poema dedicado a un músico, el arpista Diómedes Linares, un texto lleno de imágenes muy sugerentes y delicadas: «Es un jilguero cantando en el follaje de las venas, en los peciolos del miocardio. Su arpa no es de madera, es de pedacitos de corazón, parchadas con salivas de la luna nutricia. Sus cuerdas de cabuyas y relámpagos encienden arpegios; fogata devoradora del silencio» (p. 57). En esta sección, como en otras partes del libro, la personificación es una figura importante, lo mismo que el epíteto, que afianza y enfatiza la expresión de la subjetividad del yo poético.

En «Granizadas», se establece una trayectoria que inicia en el acto de procrear y culmina con la devastadora decepción de la experiencia migrante. El primer poema, «Niño agrario», relata la fecundación y el nacimiento: «Desde mi saliva un niño germina. Se va trotando hacia la pradera de la reminiscencia. Explora anémonas en orillas de bostezos. Se cuelga relámpagos de talismán en el cuello» (p. 65). La sección se cierra con el poema «Abril 2020», tiempo que alude a la peste que sometió al país. El poema constituye una clara requisitoria al engaño capitalino y a la dura vivencia de la migración interna: «Atizaron la esperanza en las grandes urbes y bajaron como ayapanas por entre las grietas del silencio. Dejaron las anchas caderas de nuestras cordilleras». La amargura y el desengaño quedan marcados en fuego al final del poema: «Por eso ahora estamos aquí, con la renta ahorcándonos, atados de lengua y corazón» (p. 70).

Finalmente, la quinta y última parte, «Wayrapa Sisan», es una muestra de textos brevísimos, que no solo no renuncian a seguir representando un universo mágico, sino además ostentan un carácter que navega entre el epigrama y el aforismo, en un claro alarde de habilidad sintética. El poema «Ch», por ejemplo, nos dice: «Tu vientre río engendra peces mamíferos» (p. 74), mientras en «N» leemos: «El agua ladra entre los murmullos de los perros» (p. 81).

El poeta Morales Aroní logra un conjunto equilibrado, en el que destaca el manejo del poema en prosa, especie discursiva que representa uno de los rasgos de la modernidad poética, que el poeta practica con eficiencia. Lo mismo cabe decir del poema breve que habita en las páginas de Urankancha. Mención aparte para la ambición del mundo representado en este libro: un abrazo sutil entre Occidente y el Ande, un abrazo crispado, tenso, pero igualmente hermoso. 


Alonso Rabí do Carmo





Ficha técnica
Título: Urankancha
Autor: Santos Morales Aroní 
Género: poesía
ISBN: 978-612-4111-48-8
Sello/editorial: Ícata-Cascahuesos 
Ciudad y año de publicación: Arequipa, 2022
Tamaño: 13.5 x 21 cm
Peso: 140 g
Páginas: 96
Precio de venta: S/ 29
Reseña de contraportada: Urankancha no es un pueblo, sino más bien una estancia del Sol donde —a pesar de la lluvia, sus relámpagos, nubes y piedras—, los ríos esparcen su semen y preñan la vida en la geografía del alma de Santos. Este libro es un grito que primero va hacia adentro, un canto que truena melancolía, ataviado de espinas en el corazón de un nieto, hijo, padre, abuelo que irremediablemente sangra y se desgrana en el campo, entre las flores que acaban de nacer para ver ese acto agónico de amor —tal como se descubre en «Pichqa»— «El amor le brotó en la piel como musgo cristalino». Así, Morales Aroní, con sus versos nos toca el más hermoso huayno, el que se oye cuando cae la lluvia sobre las calaminas de nuestros Andes y como el mejor arpista nos endulza a su madre y a las mujeres que lo celebran desde pequeño. En «B: rumi riman», él, busca consuelo «¡No llores!/Ven a calmar tu llanto/Mi wawa». El poeta decanta sus palabras mirando al cielo, como lo hacían nuestros ancestros, los que nos enseñaron a ser hombres siendo buenos hijos de la Pachamama. Las truchas saltan en cada orilla de este libro-río, fértil y caudaloso con una voz única, originaria, constante, y maestra en su prosa; ofrece una exaltación a su tierra-madre la que lo amamantó recién nacido, un sabio homenaje a su árbol genealógico y para nosotros, los lectores, un exquisito alimento prístino, lleno de pulpas de estrellas. (Navale Quiroz Cano)
Biografía: Santos Morales Aroní (Ayacucho, 1990) es abogado por la Universidad Nacional San Luis Gonzaga de Ica, con maestría en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha publicado el poemario Flor de lluvia (2015) y el libro de cuentos Bajo la lluvia (2019). En 2013 ganó el concurso en la categoría poesía organizado por el CONALL. Es miembro del Círculo de Poesía Arawiy.

Lugares de venta
Librerías: Libros Peruanos, La Rebelde (jirón Batalla de Junín 260, Barranco), Communitas (avenida 2 de Mayo 1690, San Isidro), Sur (avenida Pardo y Aliaga 683, San Isidro).

Información de interés



#LEERESVIVIR es un proyecto beneficiario del Concurso Nacional de Promoción de Libros
y Autores Peruanos en Medios Digitales-2022 convocado por el Ministerio de Cultura del Perú

domingo, 11 de junio de 2023

Muerte y creación


La palabra «artilugio» se emplea para señalar los mecanismos, máquinas o aparatos que tienen un manejo complicado o para aquellos que presentan una función que no se percibe fácilmente o que se desconoce, según indica el diccionario. Es también sinónimo de artimaña, engaño, ardid o maña, para poder conseguir algo o alcanzar un fin, de forma furtiva. Una tercera acepción nos remite a herramienta de un oficio. En ese sentido, si lo primero nos acerca a una idea de lo extraño, lo desconocido y, por tanto, lo que puede despertar curiosidad; lo segundo nos sugiere cierto hechizo velado como una forma de encantamiento para la obtención de un deseo.

Son bajo estas coordenadas que se circunscriben los cuentos que Mariangela Ugarelli (Lima, 1993) reúne en el libro que, justamente, ha titulado Artilugios (Hipatia Ediciones, 2022). Un conjunto de nueve cuentos a los que podemos considerar pequeños artefactos-artilugios literarios en los que la autora juega con mecanismos, máquinas, inventos y guiños a lo insólito, lo misterioso, lo fantástico y lo mítico. De esta manera, diseña un corpus en el que sus personajes —y los lectores junto con ellos— se desenvuelven para enfrentar lo desconocido e imposible. Como si la autora intentara «entre relojes y autos, en medio del asfalto de la ciudad (...) hacer crecer una flor» (p. 72), como afirma Ángela Barilla, protagonista del cuento «El arlequín».

Pero, además, este corpus narrativo está determinado por dos grandes temas que recorren el volumen: la muerte y la creación, artística y científica, como una manera de hilvanar las historias y proponer contrapesos, también como una manera de confrontar al lector.


La muerte

Tema por excelencia en el género fantástico y de terror, la muerte recorre como un cuchillo de corte fino los cuentos de Artilugios. Entre estas historias tenemos la de «El corral», en la que don Teófilo, un hombre que se nos sugiere como un gallinazo defiende su casa o su territorio y pone fin de una manera radical a las intenciones de los funcionarios gubernamentales que pretenden arrebatarle su propiedad. La venganza y cierto deseo de alcanzar justicia son determinantes en el relato. Más bien, la pobreza, la necesidad de alimentarse y el sacrificio conducen a una situación de tinte caníbal en una historia entre dos hermanos, en «Bello durmiente». Mientras que la selva amazónica sirve de escenario para «El Chullachaqui», cuento en el que tres amigas —Paula, Sasha y Lina—, junto con Pablo, realizan una excursión por la selva en busca de una laguna donde depositar las cenizas de Laura, otra amiga del grupo que ha muerto de un paro cardiaco. Pero la excursión pronto se torna caótica bajo la posible amenaza del Chullachaqui, el hombrecillo-diosecillo de la selva, capaz de transformarse y confundir a sus víctimas, aquellas que, según narra la leyenda, no tienen alma y por ello son susceptibles de su encantamiento. La angustia, la noche, la espesura de la selva devienen en elementos útiles que la autora aprovecha para suscitar un clima de tensión y misterio. Hacia el final, la muerte de Pablo deja una interrogante abierta: ¿quién o quiénes lo mataron? De esta manera, el cuento sirve para interpelar los límites del comportamiento humano en un contexto de miedo a lo desconocido. Uno no sabe hasta dónde puede llegar.

Así, en estos cuentos, la autora juega con elementos de la realidad, la ficción y lo fantástico, pero sin poder escapar de aquello que tal vez es lo único real e incuestionable más allá de cualquier artilugio: la muerte física, sin resolución, sin remedio, que irremediablemente llega como una sombra en cualquier momento. Pues, «cuando te toca, te toca» (p. 27), dice Pablo.


La creación

La creación artística como búsqueda de la belleza o la creación científica mediante el invento como indagación del equilibrio de la existencia humana están presentes como denominador común en otros cuentos de Artilugios. Una creación u otra que la autora condensa en dos sentidos: la vida y la muerte, y que nos recuerda que la imaginación, el conocimiento y el poder pueden servir tanto para dimensionar y entender el bien como el mal. La felicidad, la luz, el éxito, la salvación, o aquello que tal vez es lo mismo: lo oscuro, el fracaso, la utopía, la muerte.

Esto lo podemos ver, por un lado, en los cuentos «La cola de la salamandra» y «Solarum». En el primero estamos ante el robo de una fórmula científica en fase experimental que permite la creación de un bálsamo para regenerar el cuerpo y otorgar belleza, haciendo uso de la cola de aquel anfibio de manchas amarillas, la salamandra. Un descubrimiento que pronto se convierte en una empresa de utilidades cuantiosas. Sin embargo, tras de sí, asistimos a un conflicto familiar entre dos hermanas, la empresaria y la científica, y la madre de ambas quien asume el papel de conejillo de Indias. De cualquier forma, el bálsamo es la creación humana que permite reafirmar y conservar la plenitud, aunque con consecuencias funestas en el largo plazo. 

En «Solarum», se narra el invento de un dispositivo bautizado con el nombre de Revivificador en manos de la doctora e inventora peruana Celia D. en el desierto de Mórrope, quien es abordada por Ariana y Elena, periodista y fotógrafa, respectivamente, llevadas por la curiosidad y el deseo de escribir un reportaje que cambie sus vidas. El Revivificador, dador de vida, tiene el poder de acelerar el proceso de germinación de plantas y árboles en una fracción pequeña de tiempo, con lo que se podría salvar a la Tierra del calentamiento global y la deforestación. ¿Es esto posible? El cuento deviene así en un conflicto entre los logros de la ciencia y la apatía de la humanidad por querer un mundo mejor, lo que también se refleja, en perspectiva, en Ariana y Elena, luego de la muerte de Celia.

Si estos dos cuentos hablan de la creación como oportunidad de vida, en oposición, en «El arlequín» y en «El granado» estamos ante la creación como preámbulo de la muerte. En el primero, la escritora Ángela Barilla decide renunciar a la escritura de su novela rosa El arlequín, publicada por entregas en una revista, pues ha decidido dar el salto a una literatura «de verdad» (p. 66) y escribir una novela histórica sobre María Magdalena, que requiere de todo su tiempo. Es Carmín, una profesora universitaria, quien reemplaza a Barilla, en tanto que El arlequín debe continuar para no defraudar a sus lectores. Enseguida viene el desencanto de Ángela ante la nueva mirada que su novela adquiere en la autoría de Carmín. Así, arrepentimiento, insatisfacción y culpa, en el deseo de salvaguardar su obra y el destino de sus personajes conducen a un final inesperado, en el que la literatura implica muerte. 

En «El granado», la creación pictórica y los recuerdos de la infancia en el que un árbol de granado está presente, por alguna razón despiertan una serie de instintos en Nazario, un funcionario de banco con vocación de pintor. Cada día, el hombre, al volver del trabajo, se sumerge en el intento de pintar un cuadro en el que sus deseos, obsesiones y fantasías van apareciendo sin control. Por ello que, de pronto, la pintura adquiere vida y movimiento, pues Nazario «nunca había imaginado la inversión» de su «propia magia» (p. 63). Tal vez esto ocurre como un espejo que refleja la incomprensión de la realidad y que tiene como único canal el arte, pero uno no necesariamente expiatorio, sino uno que transmite pulsiones que llevan a la locura y a la muerte, a la vez que despierta deseos macabros. La «marca de Caín» (p. 60), como dice Nazario. Un sino que todos los seres humanos llevamos dentro, aunque optemos por echar tierra sobre ello.


Artilugios para confrontar

Artilugios confronta al lector, pues las situaciones límite que describen los cuentos dentro del mundo ficcional que propone Mariangela Ugarelli, empujan a una mirada interior en correlación con los personajes. Estos son también en su mayoría femeninos, lo que permite una sensibilidad distinta ante la manera cómo se enfrentan al mundo y al lector. A ello hay que añadir el lenguaje elegante y por momentos poético empleado por la autora en estas historias que pueden caer como el peso de una realidad de plomo (dixit Barilla). 


Christian Reynoso




Ficha técnica
Título: Artilugios
Autora: Mariangela Ugarelli 
Género: cuento
ISBN: 978-612-48663-3-3
Sello/editorial: Hipatia Ediciones 
Ciudad y año de publicación: Lima, 2022
Tamaño: 15 x 21 cm
Peso: 190 g
Páginas: 112
Precio de venta: S/ 45
Reseña de contraportada: En clave de literatura fantástica, los nueve cuentos de este libro escarban en la condición humana hasta revelar la monstruosidad e incomprensión que se encierra en ella. Tres objetos muestran una verdad oculta a los ojos del hombre, dos hermanos se enfrentan a la muerte mientras se va descubriendo su verdadera naturaleza, un grupo de jóvenes se interna en la selva amazónica sin saber el peligro que los aguarda, un gamonal plumífero se niega a entregar su último bastión de poder, un pez globo construye una arquitectura circular contra el tiempo, un pintor lucha por acallar sus más perversos deseos, una escritora de novela rosa intenta abandonar al personaje que le diera fama, una mujer le roba un avance científico a su hermana para lucrar con el estigma de la belleza, una periodista y su fotógrafa van al acecho de una científica exiliada en un paraíso de vidrio. En los cuentos de Ugarelli, la ironía, el humor negro, la alegoría, lo macabro y lo onírico son artilugios que tejen con hilos invisibles la red en que quedarán atrapados sus personajes. Inscritos en la literatura de terror, los relatos que componen Artilugios revisan los tópicos de la inmortalidad, del vampiro o de seres de nuestro panteón mítico, pero sin caer nunca en lugares comunes, y más bien revitalizan el género con nuevos giros y perspectivas. Ugarelli Risi se mueve a gusto en las tinieblas y nos regala una bocanada de aire gélido y estremecedor. (Yeniva Fernández)
Biografía: Mariangela Ugarelli (Lima, 1993) es investigadora y escritora. Estudió Literatura Hispánica en la Pontificia Universidad Católica del Perú y candidata a PhD por la Johns Hopkins University. Su campo de estudio abarca el gótico y la literatura fantástica, tema de su tesis de licenciatura sobre el escritor argentino Leopoldo Lugones. Se ha presentado en diversos coloquios analizando textos de variada índole desde Lautréamont hasta Ricardo Palma. Como escritora ha publicado en 13 cuentos de objetos malditos peruanos (El Gato Descalzo), Héroes y santos (Aeternum), Esta realidad no existe (Estruendomudo) y Visiones del Bicentenario (Maquinaciones), entre otras colecciones colectivas temáticas. 

Lugares de venta
El Virrey (calle Bolognesi 510, Miraflores), Sur (avenida Pardo y Aliaga 683, San Isidro), Estruendomudo (avenida José Larco 508), Placeres Compulsivos (jirón Mariscal José Antonio de Sucre 407, Barranco), Communitas (avenida 2 de Mayo 1690, San Isidro)

Información de interés



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y Autores Peruanos en Medios Digitales-2022 convocado por el Ministerio de Cultura del Perú

Ricardo Palma, escritor gótico

1 Hoy presentamos un exquisito libro: Tradiciones de terror de Ricardo Palma (Lima, 1833-1919), una acertada selección de tradiciones sobre...