miércoles, 1 de marzo de 2023

En la ruta de la enajenación


La poesía nos afirma en tanto seres con límites; nos adosa y parapeta, nos aguijonea y exalta desde sus intrincadas sorpresas y asombros. Sin la poesía naufragaríamos en la cotidianeidad de los deberes y mandatos, en las responsabilidades, las angustias y las monotonías, en las facturas, los semáforos, las terapias y las redes sociales. La poesía, tan indefinible e inquietante como encantadora, sustancial e intensa, se nos presenta transfigurada en epifanía, salvavidas, fuente de conocimiento y verdad literaria. La poesía emana desde resquicios psíquicos y surge avasalladora a partir de fisuras existenciales para interpretarnos desde nuestra ignorancia supina. Asimismo, para recordarnos que, no obstante nuestras miserias y la intrascendencia de nuestros más brillantes logros, tenemos quizá la esperanza de comprender algún misterio o propósito y de repente alcanzar a reconocernos ante el espejo de la soledad y la exclusión. Tempestad e ímpetu a la vieja usanza romántica para ahondar en nuestros sentimientos y emociones, pero también quiescencia, método y contemplación para sondear nuestra identidad y raíces desde la lógica y la razón.

El tiempo suspendido entre tus manos, primer libro de Gisella Ballabeni, nos recuerda esto, pero, además, nos confirma que los grandes temas literarios no se agotan ni se reducen a fórmulas, sino todo lo contrario: se reavivan y multiplican desde la mirada que evoca, convoca, socava e invoca, es decir, al transformar todo aquello que se manifiesta coevo, a fin de conducirnos al pie de las grandes preguntas, lugar en el que nadie espera paradójicamente respuestas ni certezas, tan solo sumirse en el recogimiento, gozo y explanación, en un escenario que ha excluido el pecado, la culpa y el castigo. La autora nos compromete a seguir la ruta de la enajenación, la alterabilidad y la otredad, desde un yo poético que sondea su entorno, traspasa fronteras, y de pronto descubre un interlocutor silente para definir un narratario a veces fugaz, por momentos esquivo y en determinadas circunstancias indolente. Gisella nos invita a ser cómplices de un tiempo pendiente sin manecillas ni alarmas para despertar y dejar de ser, en el que lo que transcurre y discurre es una escena que se replantea desde variaciones, un relato que nos confronta ante una percepción específica de una historia personal.

El libro empieza con una declaración de principios; la conciencia de la muerte o la anulación de todo deseo no es el inicio en sí, sino la reanudación de una existencia previa, corolario de una situación límite y definitiva. Sin embargo, a pesar de la muerte, la autora llena de color el primer poema. Puede haber muerte, pero eso no significa la manifestación del luto o sufrimiento ni la posibilidad de sobrellevar el duelo. Estamos ante la necesidad de dejar de ser para asegurar la vida y eso podría implicar algún tipo de celebración o puesta en escena. De hecho, se anuncia una suerte de espectáculo: «que se abra el telón / que sangren las venas / que agonice el sol» (p. 13). Este preámbulo, antecedido por dos anclajes —el firmado por Sulpicia (la voz femenina de la poesía romana, siglo I antes de Cristo), en el que resalta «Venus con sus promesas ha cumplido: que deleites míos cante cualquiera por si dice no haber tenido suyos», y el verso suelto: «Hay líneas que se escriben en olvido», que de algún modo nos advierte de cierto grado de iluminación creadora en el ejercicio de poetizar—, nos aproxima a los veinte poemas siguientes, para tomar distancia y sopesar el vaivén de lo que la autora nos confiará.

El poemario se enmarca en una poética del cuerpo para ofrecernos una estética del autodescubrimiento con fluidez y claridad. El libro se despliega en versos cortos y poemas breves, pero es un campo minado de complejidades. Lo que vemos y leemos no resulta ser lo que advertimos en un primer momento. En una segunda lectura se decantan las intenciones últimas y los propósitos de fondo. Gisella desarrolla un código muy personal con palabras clave que se van redefiniendo de un poema a otro. En otra dirección, lo cotidiano sede a lo prístino, a la observación de laboratorio del objeto-sujeto de interés o al espacio único y privado para la exultación. Pero hay más direcciones con apariencia de contradicciones. El descubrimiento y la afirmación del placer como sustrato o ilación es un sutil telón de fondo. La narradora, que no es necesariamente la autora, ausculta recuerdos y los disfraza en un presente continuo, y siembra pistas. Por ejemplo, para definirse, plantea: «versículo veintisiete / capítulo uno // la décima musa // mujer» (p. 16), con lo cual remata el poema titulado «yo, mujer», o sea, con lo cual atrae y aleja, con lo cual dice y oculta, con lo cual refiere y tergiversa. Nada es definitivo, todo queda sujeto a potencia y acto, a la metafísica de lo tangible desde la posibilidad del deseo para el goce, como se aprecia en gran parte del libro.

¿Estamos ante una exploración poética articulada desde el interés sexual? ¿No será quizá que la autora ha urdido una metáfora del placer carnal para rumiar/añorar la existencia perdida considerando el punto de partida, es decir, el primer poema, cuyo título es justamente «todos tienen derecho a morir»? ¿Denotar con exageración para connotar lateral o transversalmente? Sea cual fuere la respuesta, es importante precisar que, tras todo acto de simbolización poética (valga esta casi redundancia), se asienta una ficción, y esta, por mínima que parezca o, en efecto, resulte, supone una verosimilitud que no es exclusiva de la narrativa. En la historia que Gisella nos relata, el conflicto no se produce por una acción adversa o una desavenencia entre personajes; este se debe más bien a una cuestión de índole argumentativa, que se halla en varios pasajes, pero sobre todo en el poema «el tiempo suspendido entre tus manos», casi a la mitad del poemario y que le da nombre a este. En el centro del poema, la autora nos revela: «siento que me he vuelto estéril / en la longitud de un disparo congelado / ansioso de mi cuerpo inerme» (p. 29). Es, sin duda, la muerte presente que insiste con sus tentáculos; muerte a futuro y sin posibilidad de vida más allá de lo experimentado. Con su piel profanada (p. 25), derretida (p. 35). Que es y no es la «petite mort / la más plácida de las muertes» (p. 22), que alude al periodo refractario posterior al orgasmo, caracterizado por pérdida de conciencia o desfallecimiento.

La poeta, con sutil sugerencia, nos refiere que «nunca existieron valles sagrados / me volviste Erato / Eva / Venus». Pero esta Venus no es la misma a lo largo de la historia que trama. Venus muta desde el epígrafe de Sulpicia en las páginas iniciales, o sea, se replantea desde la tradición latina, más de dos mil años atrás, hasta armar el rompecabezas de la actualidad, en un diálogo en minúsculas que solo posible en el tiempo suspendido entre tus manos. Pero eso no es todo, labios (8), manos (8) y pechos (4), desnudez (6), ardores (4) y humedad (3), y otras voces más que aluden a partes del cuerpo y al fragor de la efusión amatoria, son palabras recurrentes que se resignifican en la medida que se engastan en los versos, elevándose a la ene para redibujar el instante preciso, detallar la escena o perfilar al personaje con precisión poética para capturar y transmitir la belleza. Así, en este libro sobre la muerte literal o figurada, el amor o el querer es un fantasma que no llega a ser un hilo conductor en esta historia de adquisición y pérdida, de recuperación y olvido, de reconquista y vacío, de apropiación-acompañamiento y soledad, pero resuena suficientemente para refundar el imperio de los sentidos, la fragua que reaviva la pasión y la plenitud por recobrar el oscuro objeto del deseo. En efecto, la poesía nos reafirma en tanto seres con límites. 


José Donayre Hoefken





Ficha técnica
Título: El tiempo suspendido entre tus manos
Autora: Gisella Ballabeni 
Género: poesía
ISBN: 978-612-48725-4-9
Sello/editorial: Sol Negro 
Ciudad y año de publicación: Lima, 2022
Tamaño: 14.5 x 21 cm
Peso: 75 g
Páginas: 44
Precio de venta: S/ 30
Reseña de contraportada: Catulo le cantó a Lesbia; Propercio, a Cintia; y Petrarca, a Laura. En El tiempo suspendido entre tus manos de Gisella Ballabeni, es la mujer la que se canta a sí misma, pues si bien necesita de su amante para lograr el placer, no es un ser sumiso condicionado por la mirada y el deseo del otro. Ballabeni, con versos lúbricos, celebra el erotismo de los amantes, pero no solo la comunión sexual y la pasión carnal, sino también el paso inexorable del tiempo como ese oscuro hado que permea el olvido y los cuerpos.
Biografía: Gisella Ballabeni (Lima, 1975) es comunicadora. Actualmente, se dedica al Marketing y Comunicación en Redes. Invitada al encuentro académico y literario Spanish and Latin American Voices in Oxford, en la universidad del mismo nombre. Cuentos publicados: «Agente 486» en La tentación de escribir y «Me tengo que ir» en Sexo al cubo. Veintisiete relatos sobre la sexualidad femenina en el Perú escritos por mujeres. Desde 2019 es redactora y comunicadora en la organización internacional La Ninfa Eco con sede central en Oxford, Reino Unido. El tiempo suspendido entre tus manos es su primer poemario.

Lugares de venta
Librerías: El Virrey (calle Bolognesi 510, Miraflores), Communitas (avenida 2 de Mayo 1690, San Isidro), Lancom Bookstore (avenida Petit Thouars 5550, Miraflores), La Rebelde (jirón Batalla de Junín 260, Barranco), Placeres Compulsivos (jirón Mariscal José Antonio de Sucre 407, Barranco), Licántropo (calle Santa Marta 114, Arequipa)
Librerías web: Libros Peruanos, Amazon

Información de interés
Dirección electrónica de la autora: gisellaballabeni@gmail.com



#LEERESVIVIR es un proyecto beneficiario del Concurso Nacional de Promoción de Libros
y Autores Peruanos en Medios Digitales-2022 convocado por el Ministerio de Cultura del Perú


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