Lejanos parecían los cuentos de ciencia ficción sobre un virus que ponía en jaque a la humanidad. Extrañas se mostraban aquellas novelas y películas que mostraban distanciamiento entre personas y uso obligatorio de mascarillas. Exageradas se tornaban las distopías que planteaban encierros forzados, toques de queda, retenes militares, prohibición del libre tránsito, entierros sin familiares, y acumulación de cadáveres en almacenes, pues las morgues habían colapsado. A comienzos de 2020 nadie podía pensar que la mutación de un virus en la ciudad china de Wuhan se irradiaría pocos meses después en el resto del mundo para revivir, con creces, el horror que sufriera la humanidad con la gripe española a finales de la Primera Guerra Mundial. En efecto, la historia se repitió, pero con giros nefastos en la educación, la alimentación, el trabajo, el entretenimiento y demás actividades. La pandemia del covid-19 llegó para trastornar la existencia de cada ser humano.
A poco más de un año de que muchas naciones tomaran drásticas medidas para frenar al virus y aminorar las secuelas de la enfermedad en lo social, político y económico, apareció el libro Sancochado de pangolín de Luis Augusto Quimper, crónica escrita entre marzo y abril de 2020, en Bélgica, país en el que reside este escritor piurano desde hace varios años.
Tantas veces Luciano
Quienes seguimos la obra de Luis Augusto Quimper, notaremos que este nuevo título sigue el estilo desenfadado de su colección de cuentos Rutina (2010) y su novela Proyecto de Dios (2014), pero más en el estilo de fluida desenvoltura que registra en recientes cuentos publicados en «Días de prueba esperando a Paradise» y los cuentos ganadores y finalistas de la XXII Bienal de Cuento «Premio Copé 2022» (2023) y Cordón y rosa. Diez relatos sobre el pisco (2023), titulados, respectivamente, «El gran Gatsby en Piura» y «Fiestas Patrias en la embajada del Perú».
No deja de ser curioso que tanto en estos dos relatos como en Sancochado de pangolín se cuente con protagonistas llamados Luciano, todos piuranos, con perfiles tan comunes entre sí que serían el mismo personaje circulando por sendas ficciones complementarias, y quizás el mismo que ronda las páginas de Proyecto de Dios.
Tecnología al servicio de la pasión
Sancochado de pangolín tiene buen ritmo y pulso. Suerte de bitácora de un navegante que surca las aguas de una aplicación de citas en tiempos de peste, para dejarse llevar por la marea de la pasión, con no poca pulsión. Así, Luciano tienta atento las oportunidades de un encuentro carnal que podría tener con sus coetáneas, pero él es un entrenado lector que sabe leer entre líneas. De modo que toda omisión y silencio, en las autodescripciones, son una elocuente declaración de intereses. Así va de Valeria a Geraldine, para hurgar en Laura, Larissa, Anne y Sophie, hasta llegar a Aurelie e Inge, que van de los treinta y muchos hasta los cuarenta y pocos, con claras posiciones, exigencias y anhelos, que denotan contradicciones y absurdos que truncan la mínima posibilidad de iniciar una relación sana (no tóxica, en términos literales y figurados), empujando a todas y a él hacia la trinchera de la soledad.
Pero estos acercamientos que no llevan a nada, salvo al distanciamiento y al desencadenamiento de frases irónicas, argumentos sarcásticos y posiciones socarronas, que subrayan el carácter iconoclasta y despechado del narrador-personaje, quien lleva poco tiempo como sujeto divorciado, son en esencia sanos para los tiempos de un asesino invisible que puede atacar, aprovechando un beso repentino e incontrolable o una respiración agitada a poca distancia.
Una historia de límites
Luis Augusto Quimper indaga narrativamente en los límites que se imponen en una sociedad civilizada y libre, con ciudadanos acostumbrados a hacer prevalecer sus derechos, a circular como les plazca, y sin dar cuenta a nadie sobre esto o aquello. En tal sentido, Sancochado de pangolín es un libro poco ideológico y muy político —como ocurre en otras historias de este autor—, pero en este caso con una marca que combina indignación, intransigencia e intolerancia ante las nuevas reglas, que es una buena manera de enmascarar el miedo y los puntos ciegos.
Por otra parte, las comparaciones resultan inevitables entre Bélgica y Perú. En el país europeo, la civilización se altera, sin perder su norte, pero late la inquietud ante lo que podría significar exactamente la nueva normalidad. En el país americano, se redunda en el caos y la incertidumbre se exacerba, como constata en narrador-personaje al chatear con parientes y amigos.
Resulta interesante cómo Luis Augusto Quimper registra en su crónica un cúmulo de detalles que fotografían los meses más duros de la peste y dan viva luz de un periodo que se evoca como una pesadilla que se va desdibujando por el paso del tiempo. Entre las incursiones de Luciano por Tinder y sus enganches con Netflix, hace todo lo posible por trasgredir las normas para ver a su amante —una francesita con un hijo difícil de engatusar—; planea la compra del PS5 con lo que ahorra por no consumir en restaurantes, cines y librerías; esquiva misas y bendiciones por Youtube; evita multas fingiendo salir para hacer deporte; agradece al teletrabajo por no ver a su jefa «piernas de pollo» en minifalda; y trata que su paladar sufra lo menos posible ante su inutilidad para preparar platillos decentes —una incompetencia que ni siquiera el famoso Qué cocinaré hoy de Nicolini logra revertir—. Entre estas circunstancias que va aceptando en una monótona cotidianeidad con poco estoicismo o mucho cinismo, debe lidiar con el particular escenario que surge entre él y su exesposa, la recuperación emocional de sus hijos, y mantener calmada o a raya a su familia piurana.
Sin duda, entre los vaivenes de un mundo amenazado por un virus, resulta descollante la vergüenza que generó entre los paisanos del protagonista la calificación que recibiera Piura por parte del presidente de entonces: «La ciudad más irresponsable del Perú» (pág. 14). Cabe recordar que un indignado Martín Vizcarra (aunque ahora nos suene a absoluto desparpajo dada sus «cualidades» reptilianas) calificó de irresponsables a los piuranos que se amontonaron para adquirir cerveza. «Las noticias nos llegan rápido por las redes sociales. Todos hemos sido testigos de que se forman filas para compras esenciales y el cobro de bonos. Sin embargo, ayer vimos que se formó una larga fila por cerveza», refirió el mandatario peruano, como anotara Perú21 el 26 de abril de 2020.
Con escarnio y sin misericordia
Luis Augusto Quimper, con ácido humor y lúcida elocuencia, nos brinda una narración galopante que mueve a la reflexión y al ejercicio de la memoria, pero también a la risa y la sonrisa. En realidad, nadie se salva de la mordacidad y malevolencia de Luciano, ni él se libra de su mirada crítica y escrutadora ante el espejo del artefacto literario que lo contiene. Se desnuda sin vergüenza hasta lo más íntimo, presume de su egoísmo e inmadurez, exhibe sus entrañas, las extiende, y se toma el pelo con escarnio y sin misericordia. De esta manera manifiesta su peruanidad europeizada, y no le interesa ocultar su inconformidad por costumbres que no consigue entender ni aceptar de un país que lo acoge y lo rechaza, que lo emplaza, lo exalta y lo lleva a delirar.
¿Quién gana después de todo en un mundo en el que ya no es posible planificar ni prever un siguiente paso? Eso quizá lo sepamos en una próxima ficción de Luis Augusto Quimper, con Luciano de protagonista, sin duda alguna.
José Donayre Hoefken
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