La técnica mixta, como su nombre indica, responde al principio de la mezcla, de la composición con ánimo de collage, del empleo de materiales diversos en la elaboración de un objeto artístico. Picasso, en el terreno de las artes plásticas, fue una figura fundadora de esta vertiente de experimentación expresiva. En la literatura difícilmente obviaríamos a Apollinaire, mago de los caligramas, aquella feliz unión de textos e imágenes que impregnaron la vanguardia. Al paso del tiempo, las modalidades se han ido decantando y han alcanzado diversos grados de complejidad en la literatura.
Bajo el sugerente título Interior VI. Técnica mixta, la poeta Ximena López Bustamante entrega un poemario de excelente factura, en el que resalta no solo la madurez de un lenguaje y un estilo, sino también la flexibilidad suficiente para ir engarzando de manera coherente diversos fragmentos textuales que dan cuenta de ese «interior», lo que da sentido pleno al título: riqueza formal que aborda los pliegues de una subjetividad intensa y transgresora.
El tejido textual se organiza en tres partes claramente definidas: «Fragmentos de un país al viento», «Panteras violetas del espejo» y «Cartadentros». En distintas claves, cada una de estas secciones penetra en el territorio de la intimidad y el de la experiencia amorosa con intensidad remarcable:
cuando mi cuerpo sea el cuerpo de la ausencia proliferadas palomas salidas del sillar cubrirán la plaza de armas las gentes sin suelo darán testimonio de los picos en movimiento alfombrando el andar ahora mismo se escucha el latir del corazón de la mañana despedirse mis adentros al sentir todo tan vivo alrededor (...)
se lee en el fragmento inicial, que da una idea precisa de su composición: versos en movimiento que van uniendo imágenes.
Cada texto de la primera sección responde a una técnica mixta que, en este caso, podría ser una acertada combinación de versos libres en el cuerpo de un poema en prosa. El amor se presenta en sus extremos líricos, en sus posibilidades de realización plena y a la vez desesperada: «primero querrás abrirte el pecho huir del vacío eternar el ser oscilar por el puente imaginario de una serie vida interior y el hedonismo más desenfrenado entre el fin de un inicio o viceversa». No deja de ser interesante que, en esta mixtura de dicciones y formas, se incorporen también, de manera insospechada, alusiones al paisaje arequipeño: el sillar, el cañón, los volcanes, sin caer por supuesto en los defectos achacables a la literatura regionalista.
La segunda sección, «Panteras violetas del espejo» presenta un juego de espejos y equivalencias: cada frase tiene su contraparte, separada por el uso de los dos puntos. Eso se advierte desde la numeración de cada texto, acaso una manera de ordenar el caos de la subjetividad, de darle sentido a la experiencia. En «2 : 2», por ejemplo, leemos:
vengo a la parte última del malecón : confesar que todo lo amado se ha conservado : un oasis de coral donde se consuma sin culpa : el fuego secreto de nuestro lenguaje.
Esta segunda sección es rica en alusiones a la escritura y la palabra, toda una disposición autorreferencial que enmarca la experiencia subjetiva: «Que el ruido interior tome la palabra» («1 : 1»), «el fuego secreto de nuestro lenguaje» («2 : 2»), «lanzo palabras al azar : sin medidas» («3 : 3»), «tu verbo no ha muerto» («4 : 4»), «nuestros destinos de ensoñación apilados en la mesa del poema» («5 : 5»), «con este juego permanente de escritura hoy tengo 23» («7 : 7»). Además de la mirada interior, se descubren alusiones al mundo cotidiano que rodea la práctica poética, asoma entre brumas un universo autobiográfico muy bien escudado en un yo lírico que va transitando por distintos ámbitos de su quehacer humano, creativo y afectivo.
La última parte, «Cartadentros» simula una correspondencia epistolar sin respuesta. Tres cartas escritas y enviadas por X, que así se autonombra el hablante, dan rienda suelta a la memoria amatoria, en una clave de ímpetu que otorga a la expresión una potencia cuyo fuego se reaviva al calor de las imágenes. En la primera de estas misivas se lee:
Querida: En el camino fuiste jinete insaciable, yegua salvaje. Fuiste luego caníbal perversa con la misión de devorarse, cazadora sin tregua con voluntad de partirnos al ritmo de pensamiento equívocos, destructores.
La experiencia de amar no conoce frontera ni final preciso. Camino arduo, lleno de disrupciones, espacio recóndito de encuentros y reencuentros, de soledades compartidas que alcanzan finos picos de erotismo en la voz de la poeta.
Te cubro de besos como cada noche desde que nos reencontramos en esta aventura de essistir. Sigo hipnotizada a tu aroma frutal de bosque encantado, recién amanecido, para llegar con el corazón —siempre abierto— hasta nuestro ser. Y adorarnos. Te amo en todos los lenguajes secretos del fuego. Te abraza, X.
Hay que destacar el manejo del poema en prosa (primera y tercera sección) que brilla sobre los bellos versos entretejidos por los dos puntos de la segunda sección. Prosa compacta, plena en imágenes, rigurosa, con un lenguaje que satisface tanto las demandas del tormento interno cuanto las del deseo o las del amor ofrecido sin tapujos; ardor y contención por momentos, a veces la catarsis, otras la palabra desnuda de la amante, en suma, poesía.
Es muy acertado el comentario que hace la poeta María Belén Milla Altabás en la contraportada del estuche que contiene el libro. Dice: «Poesía que se extiende y revela. Poesía que galopa. Poemas que avanzan como saetas en múltiples direcciones». Eso es lo que aprecia el lector frente al texto: un aliento ambicioso, que proyecta las luces y sombras de la conciencia subjetiva «aquejada» de amor y deseo, de lenguaje que, como un corsé expuesto a gran tensión, estalla y deja entrever las distintas texturas de su interior, como si el papel en blanco fuera un lienzo y las palabras improbables pinceles cuyos trazos dan vida al cuerpo, a la sexualidad y a la melancolía.
De hoy en adelante, hay que acercarse a esta Interior VI. Técnica mixta con cuidado y notar sus delicadas y dolorosas costuras, su indudable talante plástico. Se trata, pues, de un magnífico ejemplo de los derroteros que va tomando la expresión poética peruana de los recientes años.
Alonso Rabí Do Carmo
No hay comentarios:
Publicar un comentario