Un examen histórico de la tradición poética universal nos colocaría rápidamente ante dos temas que han sobrevivido dignamente hasta hoy: el amor y la muerte. La experiencia amorosa y las pulsiones tanáticas, la fascinación ante el afán amatorio y su contraparte, la idea del fin, han tejido una historia común: que no extrañe, pues, que el eros conviva, en una suerte de oxímoron, con el tánatos.
Son conocidas las convenciones del amor cortés —por mencionar uno entre multitud de ejemplos— que alimentó la lírica medieval, en el que «morir de amor» es un asunto desarrollado desde variadas ópticas, constituyendo referencia obligada en el repertorio de esta poesía. Tanto «morir de amor» como «vivir muriendo de amor» son expresiones que muestran el límite borroso que existe entre la exaltación vital que genera el amor o la posibilidad extrema de la aniquilación de la vida.
A riesgo de caer en un binarismo, que sería útil si tiene propósito didáctico, podríamos establecer en el análisis de la presencia lírica de estas dos fuerzas, pares que se oponen: luz/oscuridad, vida/muerte, esperanza/derrota, placer/sufrimiento. Contradicciones que, sin duda, sirven de fuente a una de las vertientes más poderosas de la tradición poética universal.
Invierno de mariposas, reciente libro de poemas de Pablo César Cabanillas Díaz, navega precisamente entre estas dos orillas, ofreciendo un contrapunto en el que un lenguaje prístino, no exento de giros de candor, dicta los diversos designios del acontecer amatorio y reflexiona, con profunda melancolía, sobre su agotamiento, esa especie de agonía análoga al morir.
El propio título del volumen alberga esas contradicciones. A la levedad, la delicadeza y la gracia de la mariposa (una criatura poética como ninguna otra) se opone el invierno con su grisura, sus cortinajes de melancolía, sus lluvias, que son metáfora de llanto y expresión de nostalgia y tristeza.
Los poemas de lenguaje desnudo de este libro desenhebran para nosotros todo un cúmulo de sensaciones ante un mundo feroz, dominado por lógicas económicas bárbaras, y por una creciente dependencia tecnológica que convierten la vida humana en un territorio árido, desprovisto de empatía y solidaridad, de sentimiento e intensidad expresiva. Estos poemas son en cierta forma un llamado a recuperar la humanidad y eso explica la insistencia del yo poético en un doble movimiento: mirar en su interior e invocar a los demás.
El movimiento aludido se puede advertir en el tránsito que va del primer poema («Abril veintitrés») al texto que cierra el libro («Ha de ser esta vez»). La ausencia inicial se complementa, al final, con la posibilidad de que la presencia del ser amado y el inicio de un nuevo vínculo tengan una realización plena. En el poema inicial el yo declara que «deja marchar» a la amada, en un empeño autodestructivo; en el final, esto se transforma en un deseo de renovar el flujo amoroso:
Has de volver/ algún momento como
las tardes del eterno verano (p. 55).
Estas ideas son acompañadas por dos comentarios que forman parte del libro. El primero, del poeta Grover González Gallardo, quien en su prólogo representa esta doble acción de sentir y decir con las siguientes palabras: «se advierte la imperiosa necesidad del autor de verter, de vaciar por completo su torrente, su vacío interno. Incluso se diría que la vida se le va en este empeño. Porque cuando hay algo que decir, esto mismo debe ser dicho a toda costa; y si hay que desnudar el alma, se la despoja de sus ropajes, de su piel, de sus oscuros sueños» (p. 9).
El segundo comentario que se incluye en la edición corresponde al poeta Domingo de Ramos, destacado representante de la generación del 80, y allí el poeta señala con claridad que este libro habla sobre el amor y la muerte: «El amor por ratos esquivo y enfrentado a los avatares de la rutina y la construcción del ser amado en algo perenne. Pero se enfrenta a la soledad y el desamparo, la tristeza y la angustia de lo perdido».
Dos observaciones que revelan el centro neurálgico de este Invierno de mariposas, brindando una orientación a la lectura, que en un primer momento tendrá que considerar este vaivén entre la fuerza vital y la conciencia de la muerte. Por otra parte, este desnudamiento en el lenguaje, esta exposición cruda de los sentimientos del yo —asunto que implica un sustrato confesional— tiene una ligazón con la inteligencia romántica, que ensalzó la figura del yo creador y sus posibilidades de considerar todo aquello plasmado en el discurso como verdades directas del ser.
Uno de los poemas que mejor expresa este rasgo romántico es acaso «Invasión de mariposas», de espíritu becqueriano, capaz de unir amor y muerte en un par insustituible en la experiencia, como plantean los versos iniciales:
Amada, hay un millón de demonios deambulando
en nuestros corazones
esta tarde donde nacen dos cadáveres (p. 15)
Nótese la idea trágica que acompaña el nacimiento del amor, que muestra su doblez, la muerte. El nacimiento del amor equivale, aquí, a la no existencia contingente de ese vínculo, su anulación, su condición fallida, como reza en el final del poema:
Amada rosa, bella flor de mi desangro poético
entre tu mirada y la mía
hay dos fantasmas enamorados.
Entre tu boca y la mía
hay demonios devorándose
hoy domingo en que se consuma un beso (p. 15)
Los motivos centrales de Invierno de mariposas quedan bastante claros. Por un lado, una inscripción fluida en el corpus de la poesía amorosa, tendiendo puentes con cierto imaginario que proviene del amor cortés y dejando entrever el influjo del romanticismo, especialmente la impronta de Gustavo Adolfo Bécquer. Dos gestos que dejan adivinar al perspicaz lector que se encuentra detrás del autor.
Por otra parte, los poemas que conforman este volumen nos instalan en una red de contradicciones en las que se irán oponiendo el amor y la muerte, la belleza y la oquedad, el deseo y la frustración, la alegría y la tristeza, mostrando al lector que enfrenta estos versos que el amor no es una categoría monolítica, que amar no solo puede ser un camino hacia la plenitud, sino también un medio de hundirnos en la más cruda desesperanza.
Se ha observado al inicio de esta reseña cierto candor en el lenguaje, algo que momentáneamente podríamos plantear como reproche. Este libro, en su brevedad, evidencia que estamos ante un autor con un potencial estimable, algo que por supuesto esperamos ver confirmado en sus siguientes entregas. Por el momento, quienes gusten de palabras hondas y sencillas encontrarán en Invierno de mariposas un auténtico remanso.
Alonso Rabí Do Carmo
Ficha técnica
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