martes, 31 de octubre de 2023

Ricardo Palma, escritor gótico


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Hoy presentamos un exquisito libro: Tradiciones de terror de Ricardo Palma (Lima, 1833-1919), una acertada selección de tradiciones sobrenaturales de nuestro insigne Bibliotecario Mendigo hecha por José Donayre (Lima, 1966), y lo hacemos en un contexto favorable para nuestra literatura fantástica y terrorífica; por ello, antes de presentar el texto stricto sensu, repasemos cómo hemos llegado a este punto. 

La literatura fantástica, de terror y la ciencia ficción peruana hoy gozan de muy buena salud. Asistimos a un boom de lo sobrenatural gracias a eventos académicos, revistas sobre el género, artículos y tesis, libros de ficción, su presencia en la prensa, libros especializados, antologías de todo tipo. Sin embargo, no siempre este panorama fue así. Esta eclosión de la literatura peruana no mimética tiene pocos años. Lo que estamos viviendo en estos momentos no existía hace treinta, veinte o quince años. Ninguneada por la crítica canónica, siempre permaneció por debajo de la literatura oficial o realista, y al estado de cosas al que asistimos hoy se llegó de forma progresiva. Por ello, valga este espacio para recordar unos hitos que fueron sirviendo como base para que, luego, lo fantástico y la literatura de terror peruana puedan gozar de la vitalidad mencionada hace unos instantes. Todo empieza con el nuevo siglo. Así, en la primera década aparecen diversos ensayos en revistas universitarias, además de tesis, destinados a desenterrar a autores y temáticas que entonces se creían inexistentes: el horror, la ciencia ficción y lo fantástico se hacían presentes en la academia; en 2006, se publica la narrativa completa de Clemente Palma, y en 2008, se da el Primer Coloquio Internacional de Narrativa Fantástica, una institución que se desarrollará desde entonces cada año. Estos acontecimientos, aunados a otros darán pie a que en adelante (en la década venidera) la crítica que antes negaba estas vertientes narrativas empiece a reflexionar al respecto. Es durante el periodo 2011-2020 entonces que se desarrollará lo fantástico de manera sorprendente. Es cuando aparecen numerosos textos desde la crítica y la creación, así como crecen los congresos. La cátedra y la academia harán lo suyo con diversos libros especializados, habrá mayor presencia en la prensa, y las antologías se multiplicarán (en una sola década se publicarán más antologías de narrativa no realista que las que salieron en todo el siglo pasado). Podríamos decir que es a mediados de 2011-2020 que ya estamos hablando de un boom

Después, cuando aquella crítica académica incluya en el canon de los estudios literarios al fantástico, y la prensa contribuya a su visibilidad (recordemos las colecciones del diario Correo, por ejemplo, entre otras muchas), ocurrirá que una masa de lectores irá en búsqueda de estos libros, y otros noveles escritores y viejos también empezarán a publicar cuentos o novelas del género. Aquí tampoco se nos debe escapar el trabajo de los colegios y sus docentes. Es decir, diversos factores se juntaron para llegar a esta eclosión que estamos viviendo. 

Anotemos que idéntica situación ha pasado con el microrrelato, y que el culmen para señalar su canonización sería la Antología general del microrrelato peruano (2022) de Ricardo González Vigil. En el caso de lo fantástico, sería el significativo capítulo dedicado a esta expresión narrativa en el volumen 5 de Historia de las literaturas en el Perú (2023), obra dirigida por Raquel Chang-Rodríguez y Marcel Velázquez.

Con esta fiesta del terror y lo monstruoso peruano, es que se redescubren o rescatan a autores olvidados, así como temáticas poco estudiadas de narradores nuestros consagrados. Es el caso de Ricardo Palma y el libro que hoy presentamos.


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Antes de comentar el libro que esta noche nos convoca, permítaseme anotar que ciertamente son muy escasos, por no decir que no existen, los estudios sobre la literatura fantástica o de terror en la obra palmiana. Así es. Del siglo XX mejor no hablemos, pues ya señalamos cómo era el panorama entonces (aunque curiosamente en 1999 aparece un libro de Isabel Tauzin Castellanos [Las tradiciones peruanas de Ricardo Palma] en el cual aborda, en una parte, la literatura fantástica del tradicionista, pero estamos ante una isla, al igual que como lo estuvimos con Harry Belevan, respecto al estudio de lo fantástico en general en el Perú, si mencionamos su Antología del cuento fantástico peruano [1977]).

En el siglo XXI, en la revista más importante e institucional sobre la figura de nuestro Bibliotecario Mendigo, Aula Palma (Universidad Ricardo Palma, 1999-2022; 21 números hasta la fecha), se pueden rastrear apenas dos artículos sobre el tema, aunque no específicamente sobre el horror o lo espeluznante en las tradiciones, sino solo sobre un personaje: el diablo (véanse los trabajos de Patricia Castillo y Juan Carlos Adriazola, en los números 5 [2006] y 21 [2022], respectivamente). Final y recientemente (2022), se ha publicado un artículo de Nécker Salazar también sobre este tópico en una revista extranjera (Boletín de Literatura Oral, 12; 2022).

Hablamos hace un momento de los coloquios (iniciados en 2008) y congresos (desde 2011) de literatura fantástica en el Perú. Pues bien, en ninguna de sus ediciones ha habido una sola ponencia al respecto. Nos hemos dado el trabajo de tal rastreo.

Dicho lo anterior, hay un vacío allí para llenar por la crítica especializada, que estamos seguros muy pronto lo hará.

Respecto a su consideración en antologías del relato fantástico peruano, las tradiciones sobrenaturales o fantásticas de Palma no aparecen en ninguna de las antologías del género del siglo XX. Recién figurarán, cuatro textos suyos, en el siglo XXI, en La estirpe del ensueño. Narrativa peruana de orientación fantástica de Gonzalo Portals (3a edición, 2008).

El lado oscuro y tenebroso de Ricardo Palma también ha sido recogido, por vez primera, por el cine peruano reciente; es el caso de la película Sebastiana, la maldición de Augusto Tamayo (2019), basada en la tradición «Mujer y tigre».

Finalmente, y ya yendo al carácter del libro que estamos aquí presentando, solo podemos decir que existen tres antecedentes notorios y aparecidos, ¡oh, sorpresa!, hace apenas unos años: Tradiciones espeluznantes (selección de Gladys Flores, 2013; seis textos); Tradiciones peruanas de crimen y espanto (selección de Ricardo González Vigil, 2015; seis textos), y Ricardo Palma, maestro del terror (selección de José Guardia, 2023; veintitrés textos). Sin embargo, estas tres adaptaciones se distinguen por ir dirigidas casi exclusivamente a un público infantil y escolar, dados los diseños y colores con que fueron trabajados los materiales, sus portadas y demás elementos paratextuales.


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No pretendemos resumir de qué va cada una de las quince tradiciones aquí incluidas. Pero les presentaremos de forma oral unas imágenes narrativas de lo que hallarán en este delicioso libro:

Verán al diablo causándole la muerte a unos soldados españoles que osaron profanar una huaca una noche de Viernes Santo («El carbunclo del diablo»); un poste en plena Plaza Mayor de Lima del cual cuelgan tres jaulas y en ellas habitan tres cabezas humanas, que pertenecieron a conquistadores que se rebelaron al rey, y que son el susto de todos los vecinos («El robo de las calaveras»); el despertar de un muerto que estaba siendo velado en un convento, el cual lo hace por fastidio de un religioso que quería acostarse a su lado («Fray Juan sin Miedo»); o un fantasma con hábito de fraile que a medianoche suele pasear por la ciudad rodeado de llamas infernales y demonios («El encapuchado»). También observarán una procesión de calaveras salida de una iglesia, orando, y que en lugar de cirios llevaban canillas humanas («La procesión de ánimas de San Agustín»); al diablo siendo burlado por tres mozos en su estatus de ser el mejor borracho, mujeriego y jugador, y puesto en la chirona toda una noche («Desdichas de Pirindín»); la ilusión de una mano negra, peluda y con garras que aparece en la pared de una calle limeña adornada de imágenes de santos («La calle de la manita»); al diablo convertido en un indio burlándose de unos codiciosos tras hacerles perder unos tesoros conseguidos y originar una laguna en Puno («La laguna del diablo»). Además, verán el fantasma de un fraile que vuelve a la vida para recuperar un dinero dado a guardar a un mal comerciante («El alma de fray Venancio»); a un cura abandonado y necrofílico, tras la pérdida de su querida, tocando una siniestra quena y cantando un yaraví infernal, y con ello invocando al diablo y decidido a irse con él («El Manchay-Puito»); la muerte espantosa de una joven mujer secuestrada en una extraña casa en la que habitaban también tres extraños seres: un clérigo, su viejo criado y un perro («La casa de las penas»); a una vieja beata convertida en lechuza y volando por la ciudad, luego de salir de casa de su concubino, la cual será luego castigada junto con otra bruja por la Inquisición («La misa negra»). Finalmente, presenciaremos otra vez al diablo mostrando y ocultando tesoros, y así burlándose de todo un pueblo («Los buscadores de entierros»); o también como un valiente patriota en tiempos de la Emancipación y siempre vinculado al oro («Los brujos de Shulcahuanga»); y el macabro final de dos hermanos que habían pactado con el demonio: a uno no solo su alma sino hasta su propio cuerpo ya extinto le será robado por el maligno, y al otro, por renegar de la Iglesia, le tocará sufrir el fuego del infierno y mandarnos mensajes de horror al respecto («Los endiablados»).

Ambientados en Lima, Cerro de Pasco, Puno, Cusco, Huamachuco e Ica, y en tiempos que van desde iniciada la Colonia (siglo XVI) hasta bien entrada la República (siglo XIX), estos quince relatos terríficos, o cuentos de viejas, nos presentan como «héroes» a tres tipos de protagonista maléficos: el diablo, los fantasmas y las brujas. Tradiciones todas, con excepción de una, que se desarrollan o tienen su momento de clímax siempre en la oscuridad de la noche. También suelen estar ambientadas en o alrededor de una iglesia, huacas, en fechas sagradas o con la participación de religiosos. Destáquese también que la muerte siempre o casi siempre estará presente, y que la figura de la mujer, cuando es coprotagonista, será una fémina joven, bella, débil, enamorada o ingenua.

En estos relatos, en los que todas las clases sociales tienen presencia, y los vicios humanos los gozan tanto laicos como religiosos, cabe señalar dos elementos por tener en cuenta, que también aparecen en el resto de la obra de nuestro tradicionista: 1) la ironía y 2) la fustigación tanto al pensamiento religioso y colonial como al actual tiempo del narrador. Palma, hombre anticlerical, liberal y masón, será, sin embargo, tan mordaz contra uno como contra los otros, dejándonos muchas veces con la interrogante: ¿extraña ese pasado colonial por sus leyendas de aparecidos y formas de vida muy distintas a la suya?, y esto lo decimos porque constantemente Palma vuelve del tiempo de su relato al aquí y ahora de su época para lamentar el presente:


Y el depósito se realizaba sin que mediase una tira de papel; pues la honorabilidad del mercader, hombre que diariamente cumplía con el precepto, que comulgaba en las grandes festividades y que era mayordomo en una archicofradía, se habría ofendido si alguno le hubiese exigido recibo u otro comprobante. ¡Qué tiempos tan patriarcales! Haga usted hoy lo propio y verá dónde le llega el agua. (pág. 59)


O ¿es un hombre creyente en la razón, la ciencia y los avances tecnológicos de su presente siglo?: «Parece que el silbido de la locomotora ha bastado para espantar al maligno [el diablo]» (pág. 13). Si Palma es romántico, es extraño todo esto último: el hecho de que se burle de las leyendas populares —aun cuando las recupera y engalana para el mundo— al practicar la ironía donde supuestamente aplaude todos estos elementos culturales atacando la herejía de la patria y la República. Léase al respecto este pasaje:


Francamente, no puede ser más prosaico este siglo XIX en que vivimos. Ya no asoma el diablo por el cerrito de las Ramas, ya los duendes no tiran piedras ni toman casas por asalto, ya no hay milagros ni apariciones de santos, y ni las ánimas del purgatorio se acuerdan de favorecernos siquiera con una procesioncita vergonzante. Lo dicho: con tanta prosa y con el descreimiento que nos han traído los masones, está Lima como para correr sin ella. (pág. 39)


Es extraño, si es romántico, que el autor se alinee a los mandatos de la antigua Ilustración europea, al iluminismo, la ciencia y la razón, en desmedro de toda práctica cultural ajena a esta visión, que los románticos europeos atacaron. Hasta en eso, pues, nos toca decir que, aparte de haber inventado una nueva especie narrativa, Ricardo Palma fue original.

Debe explicarse entonces que en estas tierras no hubo una Ilustración como en Europa, ni luego prácticas burguesas que dieran paso al capitalismo, no tuvimos pues una Revolución Industrial ni gozamos de otros factores históricos que determinaran nuestro devenir como en Europa, figuras contra las que se rebelaron los románticos y góticos europeos. De nuestra edad media (la colonia) pasamos de frente a una especie de edad contemporánea (la República). No hubo una fase intermedia. Y de ahí que nuestro romanticismo tardío sea distinto. De ahí que Ricardo Palma, según Alberto Escobar, citado por González Vigil, «de manera integral condensa las antinomias fundamentales de su época: tradición / renovación; impulso popular / elaboración culta; paradigma de oralidad / esmero estilístico de la escritura; hispanismo / americanismo; evocación colonial / anhelo republicano; etc.». (González Vigil, R. [2004]. Literatura [Enciclopedia Temática del Perú, t. XIV]. Orbis Ventures; p. 87.)

De otro lado, y finalmente, proponemos una lectura gótica de estas tradiciones, a pesar de la poética de Palma:


Muchas son las leyendas fantásticas que se refieren sobre Lima, incluyendo entre ellas la tan popular del coche de Zavala, vehículos que personas de edad provecta y duros espolones nos afirman haber visto a media noche paseando la ciudad y rodeado de llamas infernales y de demonios. Para dar vida a tales consejas necesitaríamos poseer la robusta y galana fantasía de Hoffman o de Edgar Poe. Nuestra pluma es humilde y se consagra sólo a hechos reales e históricamente comprobados como el actual […]. (pág. 26) 


Como el lector lo comprobará, en todos estos relatos están presentes los elementos clásicos de la novela gótica (aquella que aparece en Europa en la segunda mitad del siglo XVIII y se prolonga durante todo el siglo XIX); aunque, por supuesto, gracias al sello singular de nuestro tradicionista, estamos hablando de un gótico peculiarmente local, uno a la peruana, muy distinto a la producción de otros autores góticos nacionales de la época o radicados en nuestro país, los cuales imitaban las narraciones foráneas, tanto en sus personajes y lenguaje como en la ambientación y acciones.

Recordemos entonces cuáles son estos elementos de la clásica literatura gótica europea y veremos si estos se hallan en las tradiciones aquí estudiadas: a) historia desarrollada en un pasado medieval (en las tradiciones y nuestra historia, ese pasado sería la colonia); b) protagonistas sobrenaturales y de terror, como vampiros, hombres lobo, fantasmas, brujas y diablos (en las tradiciones, están presentes los tres últimos personajes); c) castillos medievales y barcos fantasma como locaciones de espanto (en las tradiciones, en lugar de estos, tendremos nuestras iglesias coloniales, cerros y huacas); d) la mujer joven, bella y frágil como víctima del mal (elemento presente en las tradiciones); e) ambientación espeluznante (elemento presente en las tradiciones); f) la noche como momento perfecto para el desarrollo de las acciones hórridas (elemento presente en las tradiciones); g) anticlericalismo (elemento presente en las tradiciones); y h) rebeldía contra la razón y la moral clasicista (elemento presente más en unas que en otras tradiciones).

Y un último rasgo, y además el primordial para confirmar si una narración es gótica o no, sería el que bien describe Carlos Calderón Fajardo, y que se cumple en nuestro tradicionista, gracias a la memoria de aquellas viejas y abuelas narradoras presentes en su obra:


La [literatura] gótica es algo que nace en el imaginario popular motivada por pulsiones ancestrales como el miedo a lo abyecto y el terror a la muerte. Lo gótico nace siempre de las leyendas, es literatura inspirada en el imaginario popular y su éxito es que vuelve nuevamente al imaginario popular. Es decir, la literatura fantástica es inspiración de un artista individual, la gótica la crea el imaginario colectivo en forma primero de mito y luego de leyenda, que, luego, un escritor convierte en novela o cuentos góticos. (Calderón Fajardo, C. [2010]. «Lo gótico y lo neo-gótico. (Lo gótico y lo neo-gótico en la literatura peruana)». En E. Honores y G. Portals (Eds.), Lo fantástico en la literatura y el arte en Latinoamérica. Actas del Coloquio Internacional (pp. 59-72). CELACP; El Lamparero Alucinado; p. 61)


En otro espacio, se podría discutir si la ironía palmiana «mataría» o cancelaría todo relato que quiera vestirse de gótico. Por lo pronto, consideramos que no; que el terror gótico sigue presente aun con esa impronta del autor, y aquí hay que rescatar que no estamos ante el uso excesivo ni gratuito de este recurso, puesto que la intención crítica primará sobre cualquier otro afán.

Este 2023 se cumplen 190 años de nuestro querido «viejo socarrón» (Ribeyro dixit), y qué mejor que festejarlo volviendo a sus ricas tradiciones y, más aun, a sus tradiciones fantásticas y de terror, gracias a esta encomiable publicación. Auguramos todos los éxitos, sin duda, para este libro. 


Jorge Ramos Cabezas




Ficha técnica
Título: Tradiciones de terror
Autor: Ricardo Palma (selección de José Donayre)
Género: cuento
ISBN: 978-612-5102-17-1
Sello/editorial: Maquinaciones
Ciudad y año de publicación: Lima, 2023
Tamaño: 12.3 x 21 cm
Peso: 140 g
Páginas: 96
Precio de venta: S/ 40
Reseña de contraportada: Don Ricardo Palma no requiere de mayor presentación, y su obra, tampoco. De las más de cuatrocientas cincuenta tradiciones que componen su título más famoso y apreciado, algunas de ellas hurgan en lo sobrenatural, en truculenta clave de terror que pone literalmente los pelos de punta. Para entender al Perú, leer a Palma es fundamental, pero para comprender por qué este país es una nación dispuesta a creer en lo imposible e irreal, dejando de lado los pilares de la ciencia y la razón, este libro resulta más que apropiado y oportuno. Por medio del horror, el espanto y el miedo, y más allá del simple susto o escalofrío, es posible acercarse a nuestras más profundas incertidumbres, inquietudes y temores, aunque mirarse en un espejo, cuando la luz escasea, podría ser un despropósito. Tradiciones de terror es una selección de quince narraciones —calificadas en muchos casos por el autor de cuentos de viejas o consejas— que dan cuenta de diversos relatos espeluznantes que se contaban a voz baja y en penumbra, cuando las calles de Lima no tenían aún alumbrado de gas, y era apenas una ciudad con unos cuantos miles de habitantes, que vivían protegidos de los piratas por una muralla. Lo cierto es que esta barrera no servía de mucho para evitar «la procesión de ánimas de San Agustín, el encapuchado de San Francisco, la monja sin cabeza, el coche de Zavala, el alma de Gasparito, la mano peluda de no sé qué calle, el perro negro de la plazuela de San Pedro, la viudita del cementerio de la Concepción, los duendes de Santa Catalina» y demás fenómenos paranormales. Esta selección no considera la narración «La peña horadada» o «Piedra del diablo», que suele atribuirse al tradicionista peruano. De manera que no se trata de una imperdonable omisión, sino de una decisión editorial que respeta, cuida y valora el verdadero legado del escritor peruano más relevante del siglo XIX. (José Donayre)
Biografía: Ricardo Palma (Lima, 1833-1919) fue un escritor, periodista y político peruano, famoso por sus relatos de ficción histórica que publicó con el título Tradiciones peruanas, un conjunto de cuatrocientos cincuenta y tres textos ambientados en diferentes periodos. Además de sus famosas tradiciones, escribió poemas, novelas, dramas, sátiras, críticas, crónicas y ensayos. Durante la Guerra del Pacífico, participó en la defensa de Lima. Cuando las tropas de ocupación incendiaron en enero de 1881 su casa, ubicada en el balneario de Miraflores, Palma perdió tanto su biblioteca como algunos manuscritos, entre ellos la novela Los marañones y sus memorias del gobierno de Balta. En 1883, fue nombrado director de la Biblioteca Nacional del Perú, y el tradicionista se dedicó a reconstruir esta institución, que había sido saqueada por las tropas chilenas, solicitando libros a distintos países, lo que le valió el apelativo Bibliotecario Mendigo. Palma fue presidente de la Academia Peruana de la Lengua desde su fundación, el 5 de mayo de 1887, y como lingüista, abogó por la admisión de nuevos vocablos, lo que quedó reflejado en sus libros Neologismos y americanismos (1896) y Papeletas lexicográficas (1903).

Lugares de venta
Buscalibre, Vallejo Librería & Café (avenida Camino Real 1119, San Isidro) y Heraldos Negros (San Martín 207, Barranco)

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sábado, 21 de octubre de 2023

Madurez de un lenguaje y un estilo


La técnica mixta, como su nombre indica, responde al principio de la mezcla, de la composición con ánimo de collage, del empleo de materiales diversos en la elaboración de un objeto artístico. Picasso, en el terreno de las artes plásticas, fue una figura fundadora de esta vertiente de experimentación expresiva. En la literatura difícilmente obviaríamos a Apollinaire, mago de los caligramas, aquella feliz unión de textos e imágenes que impregnaron la vanguardia. Al paso del tiempo, las modalidades se han ido decantando y han alcanzado diversos grados de complejidad en la literatura.

Bajo el sugerente título Interior VI. Técnica mixta, la poeta Ximena López Bustamante entrega un poemario de excelente factura, en el que resalta no solo la madurez de un lenguaje y un estilo, sino también la flexibilidad suficiente para ir engarzando de manera coherente diversos fragmentos textuales que dan cuenta de ese «interior», lo que da sentido pleno al título: riqueza formal que aborda los pliegues de una subjetividad intensa y transgresora.

El tejido textual se organiza en tres partes claramente definidas: «Fragmentos de un país al viento», «Panteras violetas del espejo» y «Cartadentros». En distintas claves, cada una de estas secciones penetra en el territorio de la intimidad y el de la experiencia amorosa con intensidad remarcable: 


cuando mi cuerpo sea el cuerpo de la ausencia proliferadas palomas salidas del sillar cubrirán la plaza de armas las gentes sin suelo darán testimonio de los picos en movimiento alfombrando el andar ahora mismo se escucha el latir del corazón de la mañana despedirse mis adentros al sentir todo tan vivo alrededor (...)


se lee en el fragmento inicial, que da una idea precisa de su composición: versos en movimiento que van uniendo imágenes. 

Cada texto de la primera sección responde a una técnica mixta que, en este caso, podría ser una acertada combinación de versos libres en el cuerpo de un poema en prosa. El amor se presenta en sus extremos líricos, en sus posibilidades de realización plena y a la vez desesperada: «primero querrás abrirte el pecho huir del vacío eternar el ser oscilar por el puente imaginario de una serie vida interior y el hedonismo más desenfrenado entre el fin de un inicio o viceversa». No deja de ser interesante que, en esta mixtura de dicciones y formas, se incorporen también, de manera insospechada, alusiones al paisaje arequipeño: el sillar, el cañón, los volcanes, sin caer por supuesto en los defectos achacables a la literatura regionalista.

La segunda sección, «Panteras violetas del espejo» presenta un juego de espejos y equivalencias: cada frase tiene su contraparte, separada por el uso de los dos puntos. Eso se advierte desde la numeración de cada texto, acaso una manera de ordenar el caos de la subjetividad, de darle sentido a la experiencia. En «2 : 2», por ejemplo, leemos: 


vengo a la parte última del malecón : confesar que todo lo amado se ha conservado : un oasis de coral donde se consuma sin culpa : el fuego secreto de nuestro lenguaje.


Esta segunda sección es rica en alusiones a la escritura y la palabra, toda una disposición autorreferencial que enmarca la experiencia subjetiva: «Que el ruido interior tome la palabra» («1 : 1»), «el fuego secreto de nuestro lenguaje» («2 : 2»), «lanzo palabras al azar : sin medidas» («3 : 3»), «tu verbo no ha muerto» («4 : 4»), «nuestros destinos de ensoñación apilados en la mesa del poema» («5 : 5»), «con este juego permanente de escritura hoy tengo 23» («7 : 7»). Además de la mirada interior, se descubren alusiones al mundo cotidiano que rodea la práctica poética, asoma entre brumas un universo autobiográfico muy bien escudado en un yo lírico que va transitando por distintos ámbitos de su quehacer humano, creativo y afectivo.

La última parte, «Cartadentros» simula una correspondencia epistolar sin respuesta. Tres cartas escritas y enviadas por X, que así se autonombra el hablante, dan rienda suelta a la memoria amatoria, en una clave de ímpetu que otorga a la expresión una potencia cuyo fuego se reaviva al calor de las imágenes. En la primera de estas misivas se lee: 


Querida: En el camino fuiste jinete insaciable, yegua salvaje. Fuiste luego caníbal perversa con la misión de devorarse, cazadora sin tregua con voluntad de partirnos al ritmo de pensamiento equívocos, destructores.


La experiencia de amar no conoce frontera ni final preciso. Camino arduo, lleno de disrupciones, espacio recóndito de encuentros y reencuentros, de soledades compartidas que alcanzan finos picos de erotismo en la voz de la poeta. 


Te cubro de besos como cada noche desde que nos reencontramos en esta aventura de essistir. Sigo hipnotizada a tu aroma frutal de bosque encantado, recién amanecido, para llegar con el corazón —siempre abierto— hasta nuestro ser. Y adorarnos. Te amo en todos los lenguajes secretos del fuego. Te abraza, X.


Hay que destacar el manejo del poema en prosa (primera y tercera sección) que brilla sobre los bellos versos entretejidos por los dos puntos de la segunda sección. Prosa compacta, plena en imágenes, rigurosa, con un lenguaje que satisface tanto las demandas del tormento interno cuanto las del deseo o las del amor ofrecido sin tapujos; ardor y contención por momentos, a veces la catarsis, otras la palabra desnuda de la amante, en suma, poesía.

Es muy acertado el comentario que hace la poeta María Belén Milla Altabás en la contraportada del estuche que contiene el libro. Dice: «Poesía que se extiende y revela. Poesía que galopa. Poemas que avanzan como saetas en múltiples direcciones». Eso es lo que aprecia el lector frente al texto: un aliento ambicioso, que proyecta las luces y sombras de la conciencia subjetiva «aquejada» de amor y deseo, de lenguaje que, como un corsé expuesto a gran tensión, estalla y deja entrever las distintas texturas de su interior, como si el papel en blanco fuera un lienzo y las palabras improbables pinceles cuyos trazos dan vida al cuerpo, a la sexualidad y a la melancolía. 

De hoy en adelante, hay que acercarse a esta Interior VI. Técnica mixta con cuidado y notar sus delicadas y dolorosas costuras, su indudable talante plástico. Se trata, pues, de un magnífico ejemplo de los derroteros que va tomando la expresión poética peruana de los recientes años. 


Alonso Rabí Do Carmo





Ficha técnica
Título: Interior VI. Técnica mixta
Autora: Ximena López Bustamante 
Género: poesía
ISBN: 978-612-4465-36-9
Sello/editorial: Aletheya 
Ciudad y año de publicación: Arequipa, 2022
Tamaño: 18 x 18 cm
Peso: 90 g
Páginas: 48
Precio de venta: S/ 30
Reseña de contraportada: Poesía que se extiende y revela. Poesía que galopa. Poemas que avanzan como saetas en múltiples direcciones. El primer libro de Ximena López Bustamante es un manifiesto personal... una estimulación de los sentidos, un tocar el mundo, y dejarse tocar. Sensualitas pura, suceso, fuga: amar obstinadamente las palabras. El goce que una siente al saberse parte de un edificio mayor, una alianza más alta. Aquí un primer concierto con instrumentos propios que hay que escuchar como si nos limpiara. (María Belén Milla Altabás) Las voces poéticas del poemario cuestionan desde la soledad la culpa de la autorrealización y el falso confort del seno familiar, recorren la nostalgia donde el pasado se detiene en un espejo del hoy y muestran desde una enunciación epistolar un fresco de los múltiples estar(es) de ser mujer(es) en un país «invisibles para los ojos de los hombres». Interior VI-Técnica mixta es, al fin y al cabo, una y todas, mar y volcán, textura y texto. (Robert Baca Oviedo) Ximena López Bustamante no escatima recursos en la búsqueda de su esencia: lanza palabras para nombrarse, objeta los disfraces impuestos, se descoloniza. El viaje introspectivo de un ser que se cuestiona, se analiza y se reconoce. En esta afirmación gozosa, sin embargo, no hay espacio para las certezas, consciente de las múltiples posibilidades del ser y sus transmutaciones, abre bien sus otros ojos, se mantiene alerta. Su fuente más genuina de luz es un mantra sobre el amor propio del que bebe, enardecida. (Úrsula Alvarado Noblecilla) Interior VI es una invitación hacia el andar por un dentro-fuera, un ir y venir de la autora entre lo profundo sin fondo interior y la «maravilla del exterior». Adentrarme en su prosa me enraíza con la atemporalidad que crea al reconocerse en un hacer escrito, y me invita hacia mi propia a temporalidad. Como más allá, por el andar, suscribe la autora: la potencia de existir en poesía. (Camila Salas Cabrera).
Biografía: Ximena López Bustamante (Arequipa, 1993) es bachiller en Comunicaciones por la Universidad Científica del Sur. Ha ganado en dos ocasiones los Juegos Florales de su universidad en la categoría poesía (2015 y 2016), así como el Premio Fernando Cabieses con el reportaje de investigación Caso Muna. Ha dirigido la revista física de literatura Verboser y mantiene su blog personal Texao Hablador (www.texaohablador.wordpress.com).

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miércoles, 11 de octubre de 2023

Apuesta por el mundo fantástico


La esfera mágica de Ronald Leiva Echevarría reúne cinco relatos cuyos epicentros se concentran alrededor del mito, la leyenda y la fantasía

El libro abre con «Fortunato, un gallo singular». Cuenta la historia de tres hermanos que quedan huérfanos, Elena de tres, Josué de cinco y el narrador de ocho. Los tres se ven obligados a viajar a casa de su abuelo, un criador de gallos de innumerables razas y procedencias. En esta historia nos narra la vida de los niños con su abuelo, Calixto Durán, dueño de sembríos de caña y poseedor de una enorme pasión por los gallos de pelea que llegan a los cien ejemplares de una gran variedad de razas, pero dentro de esta colección de gallos sobresale uno, Fortunato, el invencible, producto del cruce de un Hatch de Luisiana (Estados Unidos), y una gallina Rhode Island, criada en el Perú. El relato nos presenta la muerte como el destino final e inevitable de los padres y de los gallos. La muerte como lección. Descripciones del mundo gallero y su violencia en medio de una competencia sangrienta. Y, atravesándolo todo, el orgullo, la lealtad y el amor. 

En este relato nos encontramos con una amplia descripción de gallos de pelea que por momentos nos resulta tan exagerada como larga. La descripción importante es la de Fortunato, a quien el autor nos describe así: 

«Sus ojos eran de color naranja con pupilas y párpados negruzcos. Su pico era grueso y negro. Tenía el cuello fuerte y el tórax robusto, cubierto de plumas multicolores, rematadas con plumas verdosas y tornasoladas, al igual que sus grandes alas. Sus muslos y cola eran albos, como si estuviesen almidonados. Y toda esa envergadura gallística se sostenía sobre 2 firmes y gruesas patas negras, de dedos largos dos grandes espolones donde se colocaban las mortales navajas».

Asistimos a un cruento desafío entre humanos que será ejecutado por el cuerpo, la sangre y la rabia de sus animales. El cuento busca transmitir la historia de este supergallo con características de un Rocky Balboa en sus más cruentas peleas. Heroico, valiente, tozudo, leal e inquebrantable con una misión en su existencia que corona el final del relato. El autor nos deja claro que le gustan y sabe mucho de peleas de gallos y que, por medio de esta historia, quiere transmitirnos un mensaje al estilo de las fabulas que nos acompañaron en la niñez. En lo personal, me sobra el primer párrafo en el que se narra el accidente de los padres. Me parece innecesario. Podría iniciar sin problemas así: «Calixto Durán, nuestro abuelo, tenía sembríos de caña y una enorme pasión por los gallos de pelea». Por otra parte, hay algunas frases hechas que de eliminarlas el cuento ganaría en limpieza y fluidez.

El segundo relato lleva por título: «Los transmutadores». En este, el autor nos trae a la CIA en pleno, a espías capturados en Corea del Norte, un comando supremo de esta agencia estadounidense reunido para deliberar la mejor forma de salvar a los soldados apresados, un científico que dice no haber sido invitado a la reunión, pero que tiene la solución al problema (esto es inevitable que me resulte inverosímil). Este científico es Richard McCoy, doctor en biotecnología y genética que plantea un plan para ingresar un soldado americano en Corea del Norte. Toda una propuesta para utilizar el arte del camuflaje que leemos en la siguiente cita de la página 26 del libro: 

«Un silencio general y una señal para que continúe con su disertación, dieron pie a la explicación científica.

»—Desde hace mucho que vengo estudiando a cuatro maestros en el arte del camuflaje: el camaleón velado o Chamaeleo Calyptratus, el pulpo mímico de Indonesia o Thaumoctopus Mimicus, el sapo de lluvia mutable o Pristimantis Mutabilis y la metasepia o Metasepia Pfefferi. Luego de años de experimentación, logré separar los cromatóforos o células que les permiten el cambio de color y forma. También separé las células que fabrican el veneno de la metasepia y, al conjugarlas, conseguí un suero que, inyectado a un ser vivo, le dan la particularidad de transformación a la forma y color deseados. También le permiten conducir veneno de la metasepia, a través de unos aguijones que brotan a voluntad de sus extremidades, convirtiéndolo en un arma letal».

En este relato encontraremos un juego de espías y contraespías, complots a escala planetaria entre los grandes titiriteros de la política y el poder mundial, en los que el engaño y la traición están involucrados. Al parecer hay un desborde de la imaginación (lo que se celebra), pero por momentos las enumeraciones largas, como en el primer relato, resultan un obstáculo para alcanzar fluidez en la narración. Por otra parte, por momentos, el lenguaje adjudicado a algunos personajes, por ejemplo, a altos mandos de la CIA, resultan inverosímiles. 

El tercer relato lleva por título «El huaracuy de Manca Pozo». Esta historia nos muestra cómo la locura puede ser usada contra algo que los seres humanos no podemos explicar. Un psiquiatra comienza su trabajo en el Larco Herrera. Es su primer día, un paciente que está en aislamiento llama su atención:

«Luego de mi visita, llamó mi atención el caso de un paciente que se encontraba en aislamiento. Tenía cuarenta años, natural de Huánuco, trigueño, alto y de contextura gruesa. Su diagnóstico era Esquizofrenia Paranoide y se hallaba confinado por sufrir una crisis violenta al defender como verdaderas, sus alucinaciones.

»En su ficha médica, aparecía una anotación que decía “ligado al Síndrome del Huaracuy”. Nunca había tenido noticias de tal síndrome y cuando consulté al médico encargado, me informó que era una forma figurativa de nombrar su locura, ya que los otros casos siempre estaban ligados a persecuciones gubernamentales, alienígenas, fantasmas, demonios o al Mesías. Como era la primera vez que ese documentaba este caso, decidí ocuparme de él».

El protagonista pronto se verá involucrado en un caso con tintes realistas de violencia y desaparición que cubren hechos, que en realidad se encuentran en el terreno de lo fantástico. Académicos y curanderos, niños y maestros, todo un pueblo involucrado con los hechos que suceden en la laguna Manca Pozo. En esta, según la leyenda, habita el huaracuy. Este relato también encierra una lección: cuando se rompen las reglas o acuerdos, llegan las consecuencias. Un punto que mejoraría la fluidez y verosimilitud del cuento sería una homogenización del lenguaje que por momentos adquiere tintes muy formales con frases hechas que rompen con la atmosfera fantástica y distraen la lectura.

El cuarto relato es «La novia del sol». En este texto nos narra el camino de una madre, Margot, y todos sus esfuerzos por salvar a su joven y hermosa hija que pudo ser secuestrada por el jirka o espíritu del cerro, pero que la mágica intervención del sol y posterior aparición de una curandera evitaron un horrible destino para la quinceañera. Resalta el trabajo del lenguaje en los personajes y cómo el autor nos muestra la riqueza de las costumbres y creencias de su región. 

El último relato da nombre al libro, «La esfera mágica». En este texto el autor nos presenta a Eustaquio Andrade, un arqueólogo que en busca de lograr fama y reconocimiento se verá envuelto en una larga lista de aventuras relacionadas con el paradero de las momias incas:

«Eustaquio Andrade, veterano arqueólogo, hoy estuvo presente en los descubrimientos más importantes, como el señor de Sipán, la ciudad de Caral, la dama de Ampato, por citar algunos. Siempre desempeñándose como personal de apoyo, se sentía relegado. A pesar de sus importantes aportes, su nombre no figuraba ni aparecería en ninguna de las placas recordatorias, menos en los documentos oficiales. Su rostro apenas se veía en algunas fotos. Hace poco había cumplido 37 años y sentía que todo se le iba de las manos. Tenía que buscar indicios de alguna civilización antigua o dar con alguna pista que le revele una investigación importante, pero inconclusa. Hoy de otro modo, su nombre quedaría en el olvido».

A lo largo de la narración, el protagonista tendrá sueños, visiones, encuentros con personajes de otros mundos. Una sensación de hastío, fracaso, derrota lo acompañará. 

La esfera mágica nos da cuenta de un autor que apuesta por el mundo fantástico y la exploración en el imaginario, en las leyendas y mitos del Perú. Sería recomendable trabajar con mayor rigurosidad el lenguaje del narrador. Por otra parte, se hallaron varias erratas que se podrían solucionar con el trabajo de un buen corrector y editor que acompañe sus próximas publicaciones. Asimismo, teniendo en cuenta su prolífica producción e imaginación, sería recomendable evitar las frases hechas, las explicaciones innecesarias que resultan enemigas de la creatividad. 


Kathy Serrano





Ficha técnica
Título: La esfera mágica
Autor: Helí Ronald Leiva Echevarría 
Género: cuento
ISBN: 978-612-4492-58-7
Sello/editorial: Ediciones Condorpasa 
Ciudad y año de publicación: Huánuco, 2022
Tamaño: 13.5 x 21 cm
Peso: 185 g
Páginas: 108
Precio de venta: S/ 35
Reseña de contraportada: La esfera mágica es un singular libro en el que su autor se regodea con la captura del detalle así como de los mínimos entretelones de sus historias. Y en ese desovillamiento meticuloso pone de manifiesto, como verdadero burilador de la palabra creadora, su prosa sencilla y limpia, cuya elegancia se sustenta en el impecable uso del lenguaje. Se suma a ello su versatilidad, ya que con la misma destreza con la que explora el mundo de las tradiciones culturales ancestrales, aborda también la temática del espionaje y contraespionaje internacional. Para el primer caso se apoya en las creencias populares en el ámbito andino y familiar y, para el segundo, en la parafernalia de toda una puesta en escena, al mejor estilo de los thriller del arte cinematográfico. En una y otra situación, demuestra haberse provisto de información cultural y científica necesarias a fin de poder recrear situaciones mágicas sobrenaturales, fusiones de historia y de leyenda o especulaciones experimentales modernas. Asimismo para conjeturar con una serie de datos que suelen ser denominados clasificados por su naturaleza estrictamente secreta. Visto así, su visión del mundo contrapone la cultura ancestral con la civilización moderna. Para lo primero juega con las fuentes documentales y, para lo último, desborda su imaginación creadora y se proyecta al plano futurista. Se trata, pues, de un libro atractivo por el manejo de las historias, su penetración en el sentimiento ancestral, y por el armado sorprendente de mundos maravillosos, complejos y tan llenos de vicisitudes, en los que se vive bajo el imperio de la situación inesperada. Todo ello descrito con habilidad y paciencia de orfebre. (Mario A. Malpartida Besada)
Biografía: Helí Ronald Leiva Echevarría (Lima, 1980) es farmacéutico, docente y escritor huanuqueñista. Labora actualmente como docente de Ciencia, Tecnología y Ambiente. Su cuento «La fortaleza de la unidad» ganó el Concurso Internacional contra el Acoso Escolar, organizado por la revista infantil Barco de Papel (Buenos Aires, 2012). Su microrrelato «Epístola mortal» fue seleccionado para formar parte de la antología Cuentos cortos de terror policiaco de la Asociación de Letras con Arte de España en 2014. En 2015, sus microrrelatos «Carta desde el ocaso», «Duelo de titanes» y «Juego macabro» fueron publicados en las antologías Cartas, Temática libre y Fantasmas por la Asociación de Letras con Arte de España. Es autor de los libros El hijo del huaico y algunos cuentos sobrenaturales, El hijo del huaico, La esfera mágica, Manos cruzadas y El titán de los Andes.

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#LEERESVIVIR es un proyecto beneficiario del Concurso Nacional de Promoción de Libros
y Autores Peruanos en Medios Digitales-2022 convocado por el Ministerio de Cultura del Perú

domingo, 1 de octubre de 2023

Ríos paralelos hacia la Luna


Aparte de sus rasgos más definitorios, brevedad y concentración dramática, el microrrelato o microcuento nos recuerda siempre la presencia de un género narrativo heterogéneo y, fundamentalmente, híbrido. En su escueta extensión, el microrrelato puede lograr altos picos de sublimidad en el lenguaje, de ahí que no sea del todo descabellado vincularlo en muchos casos con el poema en prosa; igualmente, puede construir una gran intensidad narrativa, rematada siempre con un final sorpresivo que detone —como Poe quería para el cuento moderno— emociones en el lector.

Bien dice el escritor Harry Belevan cuando señala que este tipo de relatos tiene la capacidad de usurpar «la atención del lector por un lapso demasiado fugaz como para que una intrusión cualquiera pueda disipar el encanto de su concisión» (Gallegos, p. 27). Sea por el camino del arduo trabajo con un lenguaje cargado de imágenes o por el diseño de un relato económico y eficaz en su impacto, en su fuerza dramática, el microcuento ejerce una poderosa fascinación. 

Óscar Gallegos Santiago es uno de los principales estudiosos de este género en el Perú y es uno de los que mejor ha analizado, con herramientas críticas modernas, esta especie discursiva. De él citamos esta definición: «El microrrelato es un texto narrativo ficcional en prosa, que se caracteriza, cuantitativa y cualitativamente, por su extrema brevedad. Su ficcionalidad le permite distinguirse de otros microtextos factuales; pero su carácter proteico lo lleva a fagocitar múltiples formas, ya sea literarias o no literarias, desde una actitud moderna o posmoderna que le confiere una posición frecuentemente irónica, paródica y crítica de los valores de una tradición» (Gallegos, p. 116). 

Con estos apuntes en mente, nos acercamos a un libro singular, cuyo autor, Gerardo Garcíarosales, aprovecha muy bien los elementos de la minificción (término que mayor consenso ha generado en cierto sector de la crítica) para instalarse en el contexto de la vida familiar y el horizonte mítico y ancestral que caracteriza al universo andino. Garcíarosales logra, con Luna de agua, incorporar el mundo de la oralidad para tejer un contrapunto, a veces un diálogo fluido, entre la voz ancestral y el narrador de estas minificciones.

A veces la voz sirve de tránsito entre el texto inicial (dispuesto siempre en letras cursivas, con fines de distinción) y el texto que le sigue, que aborda el tema desde una perspectiva que puede ser o bien distinta o bien complementaria, incluso como si fuera una glosa. La luna (killa, en quechua) es el motivo articulador de estos relatos, apareciendo representada en sus múltiples representaciones simbólicas y culturales. Para una mejor comprensión del tejido narrativo de este libro, me permito citar el relato de la página 49:


Luna de avaricia


Dicen que la luna de los avaros, egoístas, mezquinos y codiciosos es una sola. No hay diferencias entre ellos, por eso es solo una.

En esta luna los egoístas sueñan con el oro y la plata, con dinero y riquezas. Son codiciosos, pues. Creen que todo es para ellos y ni una ñisca para los pobres. ¡Qué cosa no hacen estos zafados! «Por la plata baila el mono, dicen las gentes; y por el oro, dueño y mono». ¡Cómo será! No vale ambicionar tanto, si la mesa del Señor es para todos. Los de esta luna no saben reír, piensan que es perder el tiempo. Pero cuando se dan cuenta y ven que no es cierto, ¡ay, hijo mío!, se muerden su propia cola y ¡cacho torcido para ellos! Si tienes inclinación por la codicia, avaricia o egoísmo, ¡mejor cuídate! En la hora de la muerte es cuando. Por eso te aconsejo nunca tengas esos sueños.

—Antes de irse, Doña Conce no comía plátanos por no botar la cáscara —susurró, pícaro, un concurrente al velorio, entonces la gente reía bajito, respetando el duelo. Pero otro más chabacano agregó:

—Cuando la encontrábamos en algún lugar, le gritábamos, como jugando: «¡Doña Conce, respire! ¡El aire es gratis, no cuesta nada!».

Contando esto nos echamos a reír a carcajadas. Pero, de pronto, una voz anónima nos respondió y la mayoría se tapó la boca en señal de respeto.


El texto citado ilustra muy bien el funcionamiento de dos discursos que discurren paralelamente a lo largo del libro. El primero proviene de la oralidad ancestral: la voz de la abuela y a veces un narrador omnisciente define un horizonte narrativo de carácter reflexivo. El segundo, toma la forma de una anécdota o pequeña historia que trata de ejemplificar o hacer ver la puesta en escena de esa primera intervención.

Humor, ironía, sanción. Cada relato tiene así su doblez. En su brevedad, estos textos recuerdan el modo operativo de las fábulas clásicas y no por plantear una moraleja de forma expresa, sino por dejar el texto abierto a la interpretación del lector, mostrando así una apertura que superaría las limitaciones propias de una literatura de ánimo moralizante. 

Dijimos hace algunas líneas que la luna es el elemento articulador de todo el volumen. Y efectivamente lo es. La significación de la luna en el mundo andino pasa por una serie de representaciones (se vincula, por ejemplo, con la madre e incluso con las fases del trabajo agrícola) que ordenan un complejo sistema de símbolos y sentidos. Los títulos pensados por Garcíarosales para sus textos resultan mas que elocuentes: «Luna de curanderos» (p. 23), «Luna de los ángeles» (p. 31), «Luna de amores» (p. 42), «Luna de inestables» (p. 51) o «Luna de viajeros» (p. 63) pueden servir como un muestrario de la potencia polivalente de la palabra. 

El volumen incluye algunas notas y comentarios de algunos críticos. En uno de ellos, Martín Fierro Zapata señala que Garcíarosales hace alarde del uso de una técnica denominada «ríos paralelos». Acertada observación, pues describe con claridad la forma que el autor ha elegido para concebir la estructura del libro. Con agudeza, Fierro observa también que Luna de agua se organiza en base a tres líneas narrativas que se van fundiendo: la selección de relatos provenientes de la abuela, las diversas representaciones de la luna y la significación o resignificación de estos elementos en la intervención del narrador (pp. 84-85). 

El prologuista del libro, Ricardo González Vigil, apunta con propiedad la inscripción de estas minificciones en el contexto latinoamericano, señalando no solo el efecto contrapuntístico que aparece en la lectura, sino también en un logro mayor: «el montaje formidable entre la intemporalidad del mito (el in ello tempore de lo que cuentan los abuelos) y el presente del narrador» (p. 11).

Dos miradas críticas que sirven de marco al lector, que podrá dar vida a su propia experiencia de lectura navegando en esta Luna de agua que concentra y combina la edad del mito con la vivencia cotidiana, el orden sagrado y el profano, el tiempo de mirar al cielo buscando respuestas y el de existir en la tierra, afrontando la vida y sus vicisitudes. En ese doble camino descansa el valor de Luna de agua. 


Alonso Rabí Do Carmo





Ficha técnica
Título: Luna de agua
Autora: Gerardo Garcíarosales 
Género: cuento
ISBN: 978-612-47688-7-3
Sello/editorial: Silbaviento 
Ciudad y año de publicación: Huancayo, 2022
Tamaño: 20 x 19.5 cm
Peso: 150 g
Páginas: 100
Precio de venta: S/ 30
Reseña de contraportada: Luna de agua es un recorrido lírico a través de las diferentes facetas que adquiere este cuerpo celeste para el hombre de El Valle del Mantaro, tanto en su cotidianeidad rural como en los sucesos extraordinarios que lo circundan. El libro se gesta a partir del encuentro de las voces entre una abuela contadora de historias, símbolo de la oralidad y de un tiempo donde el humano hallaba su sino en las figuras del cielo, y un nieto escritor, quien evoca los dichos, modismos y acontecimientos que marcaron su infancia. Ambas experiencias construyen un espacio mágico donde la luna determina la esencia y el porvenir de las personas; además, emergen viejos espectros de la tradición occidental y la andina: desde el judío errante hasta el condenado ninay mula. Garcíarosales, así, realiza un ejercicio de recuperación que entrelaza la belleza sonora de la oralidad y la concisión del microrrelato para ilustrar un valle transcultural donde las mamachas, aquellas que cardan los caminos de su prole, pueden inculcar el fervor religioso judeocristiano e instruir en la sabiduría mítica andina. (Helen Garnica Brocos).
Biografía: Gerardo Garcíarosales (Jauja, 1944) es editor y escritor. Participó, en 1963, en la fundación del importante grupo puneño Carlos Oquendo de Amat, cantera de un vanguardismo andino (heredero de Churata y el Grupo Orkopata) propulsado por Omar Aramayo, José Luis Ayala y Gloria Mendoza Borda. Después, en 1969, fundó el grupo Xauxal Artes y Letras, en Jauja. Dirige la editorial Silbaviento. Entre otros galardones, ha obtenido el Premio Nacional de Literatura Infantil (Unicef), Premio Presidencia de la República Autores y Compositores Andinos (1987 y 1988) y el Premio Julián Huanay del Instituto Nacional de Cultura (1978 y 1986). Es autor de Luna de agua (1999), Entre caretas y cullucaras (1999), Tiempo de chutos (2001), Hismilec (2004), Narraciones del viejo Shul (2005), Arte de picardías (2005), Antes del trisagio (2013), Cuaderno de angustias (2014) y El libro de ceniza (2017).

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